Antes de meternos en un nuevo proyecto, antes incluso de definir los objetivos, debemos estudiar si el proyecto cubrirá alguna necesidad del mercado, si hay alguna oportunidad de negocio, si será útil o creará alguna sinergia con el resto de proyectos de la empresa, si esta en línea con la estrategia general de la organización, en definitiva, si va a portar algo necesario o deseable a la empresa.
Si no tenemos claras cuales son las oportunidades que cubriremos con el proyecto, corremos el riego de confundir los objetivos. Si emprendemos la creación de un nuevo producto para sustituir uno antiguo, este deberá ser uno de los objetivos, no podemos después marcar un objetivo que no cubra la única oportunidad que vimos en el proyecto, pues al final podemos llevar a cabo un producto muy interesante y muy bonito que no nos sirva para encarar la oportunidad que habíamos detectado.
Si detectamos que los habitantes de un municipio necesitan un puente para cruzar a los campos de cultivo con sus tractores, oportunidad, no debemos dejar de definir un objetivo claro, un puente para tractores. Si esto no esta claro, acabaremos haciendo un puente de diseño, el más bonito de la comarca, utilizando la última tecnología, pero que probablemente no este preparado para soportar el transito continuo de maquinaria pesada.
Si en la primera fase de un proyecto dedicamos el tiempo necesario al análisis de oportunidades, podremos analizar si el proyecto es interesante para emprenderlo en el momento actual, si encaja y aporta algo a la estrategia global, e incluso, si merece la pena abordarlo o no.
Un buen análisis de oportunidades contribuirá también a una buena definición de objetivos, a un buen estudio de alternativas y a la buena decisión entre ellas. Además, facilitará el seguimiento y control del proyecto, permitiéndonos ir ajustando el desarrollo del mismo a la consecución de los objetivos que cubrirán las oportunidades detectadas.